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Proclamar el señorío de Jesucristo sobre todos los aspectos de la cultura

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Nos falta algo más, aparte de Cristo y Su Palabra?


Al leer la carta de Pablo a los Colosenses, vemos que uno de los propósitos primordiales de la epístola era el de advertir a estos hermanos de ciertas enseñanzas heréticas que estaban amenazando la congregación.

Uno de los puntos principales de la enseñanza de estos falsos maestros era la insuficiencia de Cristo para salvar y para ayudarnos a enfrentar los embates de la carne y el pecado. “Es bueno y útil tener a Cristo, decían ellos, pero no suficiente”. De ahí las palabras de advertencia en 2:1-7. Si los hermanos de Colosas eran llevados a creer que Cristo era un Salvador incompleto, comenzarían a buscar otras cosas y se extraviarían del camino:


“Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas. Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo. Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Col. 2:1-7).

Ese buen orden y firmeza que estos hermanos habían manifestando hasta este momento era el producto directo de su confianza en Cristo y su andar en Él. Si se apartaban de allí por buscar lo que supuestamente Cristo no tenía, cometerían un gravísimo error de repercusiones devastadoras.

De ahí su tono de urgencia en el vers. 8: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”.

La palabra “filosofía” significa literalmente “amor a la sabiduría”, pero en el tiempo del apóstol Pablo era usada para señalar cualquier teoría que intentara explicar el mundo, el significado de la vida humana y cómo ésta debe ser vivida.

“¡Cuidado - dice Pablo - con todo tipo de enseñanza que intente explicar todas estas cosas sin tomar en cuenta a Cristo y Su revelación! Mirad que nadie os engañe de ese modo. Todas esas enseñanzas que parecen ser tan sofisticadas y maravillosas, no son más que huecas sutilezas”.

Y esta palabra significa “vacía, desprovista de verdad, fútil, infructuosa”. Promete mucho, pero no da nada, porque están fundamentadas, dice Pablo, en “las tradiciones de los hombres”.

Son especulaciones que pasan de una generación a la otra, pero que no son más que el resultado de una mente caída y entenebrecida por el pecado. Aunque suenan profundas y sofisticadas, no son más que “rudimentos del mundo”, cosas elementales para niños inmaduros.

Si aceptaban esas enseñanzas no se estaban haciendo más sabios, sino más infantiles. Abandonar la revelación bíblica por las filosofías de los hombres es como volver al kindergarten después de haber estudiado en la universidad.

Esta sabiduría del mundo no es según Cristo, dice Pablo, y si no es según Cristo tiene que ser falsa y errónea, porque “en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”.

No hay nada que el creyente necesite para vivir una vida plena y bienaventurada, una vida que agrade y glorifique a Dios, que tenga que buscarlo fuera de Cristo y fuera de Su Palabra, absolutamente nada. Eso es lo que Pablo está advirtiéndonos aquí. En Él estamos completos. Todo lo demás es vana filosofía y huecas sutilezas de los hombres.

Algunas personas ven la Biblia como un libro arcaico que cuenta historias extrañas de cosas que ocurrieron hace tantos años. Pero eso es precisamente lo maravilloso de la Biblia, que fue escrita con el propósito de que todos los hombres de todas las épocas la entendieran.

¿Qué hubiese sucedido si Dios hubiese escrito un libro lleno de lenguaje científico y técnico? Que no hubiese sido entendido por la mayoría de los hombres de la mayoría de las épocas.

Imagínense qué hubiese pasado si en el relato de David y Goliat el escritor bíblico hubiese dicho que el gigante recibió el impacto de un objeto contundente que le produjo una equimosis en el cerebro y un trauma de tal magnitud que le rompió algunos vasos, con la extravasación consecuente de sangre en el cerebro.

Por muchos siglos los hombres hubiesen estado preguntándose qué fue lo que le sucedió a Goliat. Pero ese es uno de los aspectos grandioso de las Escrituras: que el Dios de toda sabiduría reveló en ella Su mente para que todos pudiesen entender.

Oh, mis hermanos, que el Señor nos ayude a mantenernos aferrados a Su Palabra y no apartarnos de ello a derecha ni a izquierda. “El cielo y la tierra pasarán, dijo el Señor, pero mis palabras nunca pasarán”. Nunca perderán su vigencia y pertinencia. Lo que Él dijo hace 2,000 años, ó 3,500 años, sigue siendo tan sabio y verdadero como lo era en el momento en que lo dijo.


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